Ya hace dos meses que nos separamos de Samuel. Me pregunto
cómo le irá. Ya es verano, y hace un calor tremendo. ¿Irá a la playa o será más
de piscina? Me da envidia. Nosotros tenemos que aguantarnos con nuestro pequeño
lago. Pero con Álvaro a mi lado, me siento la chica más feliz del mundo. Ahora
estoy tumbada tomando el sol mientras él chapucea. De vez en cuando me salpica
y yo contraataco. Pero el muy listo se aleja de mí con dos o tres brazadas y ya
no le llega el agua que le mando. Vuelvo a mi sitio, pero vuelve a mojarme.
-¡Eh! ¡Ya está bien!-le digo, me quito los zapatos y salto
de cabeza al lago, con ropa y todo. Me acerco a él nadando y salto sobre su
espalda.- ¡Te vas a enterar!- Uso toda mi fuerza para intentar sumergirle
dentro del agua, pero no funciona, es demasiado fuerte. Empieza a reírse a
carcajadas mientras me saca de su espalda y me coloca enfrente de él. Sólo
lleva los pantalones puestos, dejando su musculado torso al descubierto. Mi
corazón empieza a latir con fuerza.
-Si me hundo, tú te hundes conmigo.-me dice esbozando una
sonrisa traviesa. Me da un gran abrazo y me hunde con él en el agua. Me suelta
enseguida y sale del agua. Yo voy detrás de él.
-¡Aj! Creo que he tragado agua.-Digo tosiendo. Álvaro parece
preocupado.- ¡Oye, que era broma!-parece que se ha picado, pero se le pasa
pronto, me atrae hacia sí y me besa. Al principio es un beso muy tierno, como
si creyera que me voy a romper. Así es siempre. Pero luego empieza a besarme
con más urgencia y necesidad. Este beso me hace estremecer. Nunca antes me
había besado así. Estamos tan ensimismados que no nos damos cuenta de que
alguien ha entrado en el claro hasta que se desploma en el suelo.
Giramos la cabeza a la vez, todavía agarrados, y vemos a un
chico vestido de negro, del mismo color que su pelo.
-No puede ser, no puede ser, no puede ser…-digo separándome
de Álvaro. Le miro a los ojos, tiene cara de espanto. Nado hacia la orilla y
salgo del agua. Como una exhalación, Álvaro me alcanza y vamos juntos hacia él.
-Está inconsciente.-Dice Álvaro. Cojo aire y le ayudo a
darle la vuelta. Se me para el corazón. Mis sospechas se ven confirmadas. Es
Samuel. Álvaro le señala una rasgadura en la ropa, sobre el vientre. Le
quitamos la camisa y podemos ver la herida. No es muy grande, pero tiene un
aspecto horrible.
-Ayúdame a levantarlo.-le digo-vamos a llevarlo a casa.
-Joder, como pesa.-me dice mientras le coge por los brazos y
yo por las piernas.- ¿Qué crees que le habrá pasado, Ella?
-No sé…-mi cabeza está muy lejos de aquí. ¿Su hermana estará
también herida? ¿Y Víctor? ¿Por qué está Samuel aquí? ¡Hace dos meses que nos
despedimos!- nada bueno, creo.
-Tendrá que respondernos a unas cuantas preguntas cuando
despierte.-afirma. No puedo hacer más que darle la razón. Lo llevamos a la cueva y lo tumbamos sobre mi
colchón. Le lavamos la herida y le ponemos vendas. No podemos hacer nada más.
-Bueno…- le digo a Álvaro.- ¿Vamos a buscarle algo de comer
y agua para cuando despierte?- sugiero. Hay un gran camino desde donde le
dejamos hasta aquí. Y además puede que lo haya hecho todo herido.
-Buena idea.-me dice. Acto seguido, me coge de la mano y yo
me ruborizo. En los dos meses que llevamos juntos no he dejado de sentir
vergüenza cada vez que me toca. Parece que se ha dado cuenta de mi rubor y me
acaricia la mejilla. ¡Me va a dar algo! Esboza una sonrisa burlona y me atrae
hacia sí con un brazo. Juntos, vamos hacia el lago a por agua. Él llena la
cantimplora mientras que yo voy a por algunas raíces que pueda comer. Eso es lo
que hago siempre: yo recojo plantas, bayas y raíces comestibles mientras él
caza. Intentó enseñarme a cazar, pero soy incapaz de matar a algún animalito. No
digo que me gusten, si no que no me gusta hacerles daño. Aunque puedo avisar a Álvaro de la posición de
las presas, porque las escucho antes que él. Cuando llegamos a la cueva parece,
por la posición del sol, que es mediodía. Samuel está despierto, esperándonos
sentado.
-¡No! No te levantes, vas a volver a sangrar.-le digo, pero
parece no hacerme caso. Tiene una expresión extraña en la cara, como si
estuviese medio muerto, pero su herida no es tan grave. ¡Es un quejica! De
repente me asaltan un millón de preguntas, así que se las hago.
-Samuel, ¿Te encuentras lo suficientemente bien como para
hablar?-le pregunto, vaya a ser que se desmaye otra vez. Samuel se limita a
asentir levemente con la cabeza. Parece muy cansado.- ¿Cómo es que no os
fuisteis cuando os dejamos? ¿Y cómo es que llevas puesto esa especie de
uniforme? ¿Quién te hirió? ¿A caso fueron los salvajes? ¿Tu hermana también
está herida? ¿Y Víctor? ¿También está herido? ¿Dónde están? Bueno, ¿Dónde os
habéis metido estos dos meses? ¿Y cómo es que no viniste a avisarnos de que os
quedabais?
-Ella, por favor, hazle las preguntas de una en una. Me
estás mareando hasta a mí, y yo no me acabo de desmayar.-me dice Álvaro. Tiene
razón. Me estoy comportando como una histérica. Pero no puedo evitarlo. Miro a
Samuel, a ver si me sigue. Creo que sí. Se sienta en un borde de la cama y
señala el espacio libre que ha dejado. Creo que quiere que me siente. Nunca
para de hablar y, cuando quiero que lo haga, no lo hace. No hay quien lo
entienda. Álvaro se sienta en la otra cama. Samuel se aclara la garganta y
empieza su relato.
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