miércoles, 3 de octubre de 2012

Capítulo 26: Entrenamiento




Me siento una salchicha vestida así, tan embutida. Parece que la ropa va a reventar de un momento a otro.
-Gabriela, sal ya cariño, que no tenemos todo el día.-me dice Samuel desde detrás del trozo de madera que funciona como puerta.
-No, ni hablar.- no quiero que me vea así.
-Venga. Yo también me la he puesto. Es verdad que queda raro, pero nos iremos acostumbrando, para eso nos la ponemos, ¿No? Para acostumbrarnos a ella e incluso poder luchar vestidos así.- A él lo he visto antes y no le quedaba mal. Se ajustaba perfectamente a sus pectorales y a sus bíceps, aumentados en estos meses de duro trabajo. Él ya había usado esta ropa, cuando escapó de Víctor y Ana, pero estaba muy demacrado por la tortura y le quedaba ancha.
En cambio, yo… esta ropa me hace gorda, definitivamente. La ropa de combate se supone que debe de ser cómoda y holgada, ¿No? Bueno, no es incómoda del todo, es bastante elástica y flexible.
Tengo ganas de conocer al chico que va a venir con nosotros a la misión, a si que voy a tener que salir así vestida.
-Prométeme que no te vas a reír.-le digo.
-Te lo prometo.-contesta. No sé si fiarme de sus promesas: aquella vez me prometió que vendría a buscarme pronto y no lo hizo. Quito el trozo de madera y salgo, con la cabeza gacha. Samuel emite un silbido. Se queda quieto, con una expresión extraña. Me mira de arriba abajo unas cuantas veces, lo que me hace sonrojar.
-Este estúpido uniforme… ¿Puedo quitármelo? ¡Por favor!- Samuel esboza una sonrisa traviesa.
-Ni hablar. Si hubiese sabido que estabas tan sexy con él, no me habría opuesto tanto a la idea de que vinieses con nosotros.-Me sonrojo más aún, pero me quedo un poco más tranquila. Si Samuel lo dice…- Vamos a la cocina, nos está esperando allí.
Parece esperar que me ponga en movimiento, así que marcho delante de él. Llegamos a la cocina pronto, pero me quedo en la puerta, intentando que la gente no se fije en mí. Nuestros amigos están todos juntos en la mesa del fondo, la más grande. También hay un chico allí que no conozco, supongo que será el chico del que me ha hablado Samuel. Sin venir a cuento, Samuel me pega un pellizco en el trasero.
-¡Auch!- grito. Todo el mundo se da la vuelta para mirarme. Los de la mesa del fondo se ríen. Todos menos Álvaro, que me mira con una expresión curiosa en la cara. ¡Voy a matar a Samuel! Me coge de la mano y me arrastra hacia la mesa.
-Guau, Gabriela, menudo cambio de look. ¿Ahora de qué vas, de gótica resultona?- dice Álvaro. Camile está sentada a su lado y me está mirando con cara de espanto. Supongo que esto no es algo que ella se pondría. Le van más los vestidos vaporosos y cosas así.
-No, voy de la que le va a pegar una paliza al próximo que se le ocurra hacer otro comentario sobre mi vestimenta.- le respondo, cortante. Miro hacia el chico, que también lleva un traje de agente especial. Tiene aspecto de enfermizo, pero en sus ojos hay un brillo que le da un toque especial de vivacidad a su rostro.
-Hola, yo soy Francesco. Encantado.- me tiende la mano y le devuelvo el apretón.- Por lo visto nos vamos de misión, ¿Verdad? Debo decir que no me apetece lo más mínimo.-dice con una sonrisa amable. Yo se la devuelvo.
-Francesco es un genio de la informática. Él se va a encargar de todo el tema de la base de datos.-me explica Samuel.- Ahora, será mejor que nos marchemos. George, Fred, John, ¿Podríais venir vosotros también? Así nos ayudáis un poco con el entrenamiento, que estamos un poco perdidos.
-Claro. Quiero ver a la chica dura cómo se las apaña.-dice John. George y Fred asienten con la cabeza y sonríen burlones. Pongo los ojos en blanco.
Salimos afuera y llegamos a un descampado. Alguien ha traído cosas: cuchillos, arcos, lanzas, muñecos de trapo y algunos contenedores de agua. Presiento que va a ser un día agotador. En el centro están los tres adultos que hablaban con Samuel el día en el que llegué. Supongo que esos son los jefes a los que se refería. Uno se parece enormemente a Francesco, las mismas facciones angulosas y el mismo pelo castaño (en el caso del hombre con canas) por lo que asumo que debe de ser su padre. El otro hombre está calvo, y tiene que andar con un bastón, pero da una impresión de majestuosidad que puedo notar hasta yo. La mujer, más joven, con el pelo rojizo cortado por la barbilla, tiene una expresión que clasifico como fría y calculadora. Nos acercamos a ellos, que empiezan a hablar.
-Sí, como yo pensaba.-decía la mujer.- La chica promete. Desde el día en que la vi preparada para atacar con un trozo de vaso roto como única arma supe que esta chica iba a dar guerra.
-Dinos, ¿Es verdad que tú sola dejaste inconsciente a dos agentes?-pregunta el que se parece a Francesco.
-Sí, pero se habían quedado sin munición.-musito.
-Tendremos que arreglar un poco tu pelo, a ver si lo podemos cortar de tal manera que no se note que tienes cada ojo de un color distinto.-dice la mujer mientras coge un mechón de mi pelo y me lo coloca enfrente de mi ojo izquierdo, el de color verde.
Hace mucho calor. Y la ropa negra tampoco ayuda. Me dejan quitarme la cazadora, pero aun así tengo que ir a beber agua unas cuantas veces. Los tres jefes se han sentado a la sombra de un árbol y presencian nuestro entrenamiento. George enseña tiro con arco, a usar los cuchillos y las lanzas, Fred enseña técnicas para el cuerpo a cuerpo y John a trepar, y nos vamos rotando cada media hora o así. No me han contado mucho del plan, pero lo que he entendido es algo así:
Dentro de dos semanas, por la noche, iremos a la base. Francesco desconectará las cámaras de seguridad, para que luego podamos entrar por un respiradero y descender por una cuerda, al más puro estilo película mala de robos en museos. La habitación está justo en el centro y siempre hay dos agentes vigilándola por fuera. Si nos descubren, Samuel y yo nos encargaremos de ellos mientras Francesco hace su trabajo. Luego subiremos otra vez por la cuerda  y nos iremos por donde hemos venido. No es tan difícil. Me costaba comprender por qué debemos ir Samuel y yo, y no otro más cualificado, así que lo pregunté. Me dijeron que es porque Samuel es perfecto y puede hacerse pasar por un agente especial, y yo soy lo bastante rápida y escurridiza como para escapar de allí antes que nadie en cuanto la cosa se torciera, para avisar a los demás. En cuanto a lo de Francesco, es evidente: él es el mejor cuando se trata de ordenadores, exceptuando a su padre, claro, el que le ha enseñado todo, incluso diseñó y construyó un ordenador con restos del vertedero, pero él ya no está para misiones. Francesco me cuenta que Samuel se negó rotundamente en un principio a que yo fuese, pero le amenazaron con dejarlo fuera  y acabó cediendo.
Me toca primero con John. Primero practicamos con un árbol. No soy mala del todo trepando. Al principio me muestro un poco torpe, pero mejoro con rapidez. John ata una cuerda a la rama más alta y me dice que trepe por ahí.
-Ni en broma puedo yo trepar por ahí.-le digo, pero termina convenciéndome de que lo haga.
Me caigo de culo las tres primeras veces y Samuel se ríe de mí más de lo normal. Claro, como a él le ha tocado primero lo de los cuchillos y se le da tan bien… acabo picándome y, de tanto empeño, los siguientes cuatro intentos me salen bordados. A Francesco la lucha cuerpo a cuerpo no se le da nada bien, se nota que lo suyo es el ejercicio de la mente, no del cuerpo.  Como quedan cinco minutos para cambiar de puesto, John me hace que haga como los bomberos: subir por la cuerda con las piernas formando un ángulo de 90 grados con el torso. Luego me enseña a caer bien desde una gran altura, de manera que no me parta una pierna. Cuando toca cambiar, ya lo domino.
En el siguiente puesto me va mejor. Es combate cuerpo a cuerpo, lo mío, como decía Carolina.
-Según me han dicho, se te da bien esto. Enséñame lo que sabes.-me dice Fred. Todos dejan el entrenamiento para mirar. Incluso los jefes me miran muy atentamente. “Es hora de lucirse” me digo. Le hago un gesto a Fred como para que venga a por mí. Es muy grande y fuerte, lo que me da cierta ventaja. Los tipos grandotes suelen ser menos ágiles. Durante un rato, me divierto viéndolo ir a por mí y luego desapareciendo en cuestión de segundos. Fred lanza un montón de insultos y yo me parto de la risa. Cuando me canso, me escurro por debajo de sus piernas y le hago la zancadilla. Fred se cae y yo me pongo encima.
-¡Gané!-grito. Todos me aplauden mientras ayudo a Fred a levantarse, que me mira con admiración.  Me enseña a ponerme en posición, para poder pegar puñetazos más rápido.
El siguiente turno se me da de pena. No doy ni una con los cuchillos, y consigo exasperar a George. Me consuelo viendo a Samuel luchando con Fred, que no para de gritarle “¡Vigila tu espalda! ¿No ves que por ahí también te pueden matar?” y a Francesco cayéndose una y otra vez del árbol. Al final George me enseña un truco, que consiste en echarse hacia adelante cuando vas a lanzar, y entonces le puedo dar al maldito muñeco en una pierna, a pesar de que yo quería darle en la cabeza. Por algo se empieza.

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