viernes, 26 de octubre de 2012

Capítulo 36: Alegría para unos, tristeza para otros



Le sigo a toda prisa. Parece que va a salir. Le veo tomar dirección al río, pero luego cambia de rumbo. Cuando llega a un pequeño claro en donde el río se convierte en dos afluentes, grita y le pega un gran puñetazo a un árbol. Me duele hasta a mí. Creo que no se ha dado cuenta de que le he seguido. Me acerco lentamente, evaluando su estado de ánimo. Está hecho una pena. Le sangran los nudillos de la mano con la que ha pegado el puñetazo. Tiembla y suelta un gemido que parece el de un animal herido. Yo me acerco. Él no me mira. Vuelve al árbol y le da una patada. Nunca le había visto tan fuera de control como esta tarde.
-George… George, basta.- le digo sujetándolo antes de que empiece a darle puñetazos con la otra mano, la sana. Me aparta de un empujón, tirándome al suelo, y le da otra patada al árbol.- George…- él se da cuenta de lo que ha hecho y me ayuda a levantarme, muy avergonzado.
-Lo siento, Gabriela, pero es que… Duele.- se limita a decir. Hace una mueca de dolor. Noto que está intentando no llorar. Por mucho que me alegre por Camile y Álvaro, George también es mi amigo, y me parte el corazón verle así. Le doy un abrazo. Al principio se muestra tenso y reacio a devolverme el abrazo, pero luego pone las dos manos en mis hombros y rompe a llorar. Intento consolarlo como puedo. Tampoco es que se me dé muy bien.
-Si Camile no quiere estar contigo, es que no te merece. Así que no te desanimes y ya encontrarás a la chica perfecta. Es cuestión de tiempo.
-Yo… yo quería a Carolina, pero ella… ella ya no está.- confiesa. Se me hace un nudo en la garganta al pensar en Carolina. La inigualable Carolina.- Intenté olvidarme de ella concentrando mi atención en Camile. Se parecen tanto… es decir, se parecían. Bueno, en realidad os parecíais un poco las tres. Chicas duras, sí señor. Capaces de pegarte una buena tunda. “Bellas y letales”, solía pensar cuando estábamos en el campamento. Yo… casi olvidé a Carolina, y Camile parecía divertirse conmigo, aunque nunca le conté que quería estar con ella. Terminé perdidamente enamorado de ella, casi tanto como de Carolina. Pero luego llegasteis tú y Álvaro y ella se distanció de mí. Pensé que era porque tú eras su amiga y quería estar contigo, pero no era así. Quería estar con él. Álvaro… tiene la pinta de ser un rompecorazones. Rompió el tuyo según tengo entendido. Y yo esperaba que la dejase, para así yo poder entrar en acción, pero… un bebé… eso ya los va a mantener unidos para siempre.- llora otra vez. Yo le abrazo más fuerte y le doy palmaditas en la espalda.
-Es verdad que Carolina era única. Y Camile también lo es. Pero hay otras muchas chicas esperando a alguien como tú. Tan amable, tan valiente, tan fuerte. Y con esos ojazos verdes que tú tienes. ¿Y Andrea o Khady?- le pregunto. Son las dos únicas chicas libres que conozco aquí. Tampoco es que conozca a mucha gente, los de la comunidad son muchos.- Podrías pedirle salir a alguna.
-Andrea lleva tres semanas saliendo con Fred, y John está enamorado de Khady, pero no tiene valor para confesárselo.- Ya me quedo sin opciones. Tampoco puedo ir haciendo de celestina por todas partes. Él debe encontrar solo a su chica ideal, con la que compartir el resto de su vida. Pero puedo intentar hacer que se sienta mejor.
-¿Sabes? Voy a presentarte a alguien. Pero para que seáis amigos, ¿Eh? No quiero cosas raras entre vosotros dos.- le digo entre risas. Él se enjuaga las lágrimas y me mira curioso.
Empezamos a caminar. Se está haciendo de noche. Pronto habrá que volver, si no Samuel se preocupará. A duras penas consigo volver a la entrada de la comunidad- no sé muy bien orientarme todavía.- y nos dirigimos hacia la falda de la montaña. George parece intuir hacia dónde vamos. Está extrañado. Cuando llegamos, abro la cerca y entramos. La cierro otra vez, no quiero que se escapen.
-¡Zoe!- grito. Me llega un balido como respuesta.- ¡Zoe, ven aquí, bonita!- Zoe viene casi a la carrera hacia nosotros. Me olisquea la mano, en busca de moras.- Glotona, no traigo más. Te vas a poner gorda como sigas así. George, ésta es Zoe. Es muy inteligente para ser una cabra. No es un perro, pero podría servirte de mascota.- le digo sonriendo. George acaricia la cabeza de Zoe un poco cohibido.
-Siempre quise tener mascota.- confiesa.- Pero no me imaginaba que fuera una cabra.- Casi ríe. A Zoe parece que le gusta George, porque se pone a lamerle la mano muy rápido, y sin haber comprado su cariño con moras. George y yo jugamos al pilla pilla un rato con Zoe, hasta que ya oscurece por completo.
-Venga, George, vámonos, que ya es tarde. Mañana volverás a ve a Zoe.- empezamos a caminar hacia la puerta, y Zoe nos sigue.
-No, bonita, tú te quedas ahí.- La cabra parece entenderle, porque vuelve con sus congéneres.
-Ahora me pondré celosa.- le digo, fingiendo estar enfadada mientras volvemos a la comunidad.
-Tranquila, tengo suficiente cariño para las dos.- dice dándome un abrazo.
-¡No quiero tu cariño, quiero el de Zoe!- ahora sí que empieza a reír a carcajadas. Yo me uno a sus risas.
Samuel nos espera en la puerta, mirando al cielo preocupado. Le doy un beso y él me lo devuelve con pasión. El pobre George tiene que presenciar nuestra escenita.
-¿Dónde habéis estado tanto tiempo?- pregunta Samuel.
-Le he presentado a Zoe.- respondo orgullosa. La pequeña Zoe se gana a todo el mundo. Samuel se ríe.
-¿No habréis vuelto a hartarla de moras, verdad?
-Qué va. Gabriela no quiso. Dice que se va a poner gorda.- contesta George.
-¡Qué va!- le respondo con horror fingido- ¡La que va a engordar soy yo! Siempre que recojo moras para alguien acabo zampándomelas yo todas.
-¡Anda ya! Aunque engordases, seguirías siendo la chica más bonita del mundo.- dice Samuel. Yo le hago un mohín. Que yo sea la más bonita del mundo no hay quien se lo crea. Él me rodea con sus brazos y entramos los tres en la comunidad. George se separa de nosotros con la escusa de tener que hablar con los jefes. ¿De qué tiene que hablar con ellos? No nos lo quiere decir.
-Jo, George… ¿Me dejas? Y yo que creía que había algo especial entre nosotros…-bromea Samuel.
-Tranquilo corazón, volveré antes de que te hayas percatado de que me he ido.- dice George riéndose entre dientes.
-¡Venga, va! Dejaos de bromas, que mañana tengo que levantarme temprano si quiero visitar a Zoe antes de las tareas.
-Quieres más a Zoe que a mí…- dice Samuel fingiendo llorar.
-¡Por favor! No digas tonterías. Es imposible querer a nada ni a nadie más de lo que yo te quiero a ti.- Le contesto. Él me da un beso muy tierno.
-Pareja, os dejo ya. Buenas noches.- dice George un poco incómodo. Samuel me acerca a él agarrándome de la cintura y yo pongo mis manos en su pecho, pero miro como se va George.
-¿Qué le pasa?- pregunta Samuel en cuanto lo perdemos de vista.
-Que quiere a Camile, eso le pasa.- le respondo con un suspiro.
-¡Vaya! Eso no me lo esperaba.
-Pues no, yo tampoco.
-¡Pobre! Primero Camile empieza a salir con Álvaro, y ahora ella está embarazada…
-Ya ves. No todos podemos ser felices. Para lo que a unos es felicidad, para otros es tristeza.
-George es muy buen tipo…. Me da pena verlo así.- constata Samuel.
-A mí también. Me ayudó mucho cuando… cuando nos peleamos.- digo en voz baja.- Quiero… quiero ayudarle a pasar este mal trago. No quiero que esté solo. Tendrías que haberlo visto afuera… tiene los nudillos de la mano derecha ensangrentados.
Llegamos a la habitación, en donde están Camile, Álvaro, Lourdes, Inés, Michelle y Carlos. Decido enseñarle la habitación vacía a Samuel. Allí, sentados en la cama, pensamos un rato en alguna solución para que George se anime. A mí no se me ocurre nada. Soy muy poco imaginativa para estas cosas.
-¡Tengo una idea! Vamos a emparejarlo con Inés.- dice Samuel.
-¿Con Inés?- Inés es muy amable y atenta… seguro que congenian bien los dos, pero… no sé…
-Ella todavía no se ha recuperado de la muerte de José. Quizás puedan ayudarse mutuamente. Y si se enamoran… ¡Pues mejor que mejor!
-¡Sí! Me gusta la idea. Pero, ¿Cómo conseguimos juntarlos?
-Mañana, tú llevarás a George a ver a Zoe, y yo iré luego con Inés. Ya se me ocurrirá algo para llevarla allí. Luego, lo único que tenemos que hacer es decir que queremos estar un rato a solas y nos marchamos. ¡Es muy fácil! Y así lo hacemos durante algunos días. Ellos se irán haciendo amigos y poco a poco irán compartiendo sus penas. Tampoco hace falta que se enamoren el uno del otro, con que estén bien juntos, vale.
-Sí, me parece bien.- le digo. Me tumbo en la pequeña cama, mirando hacia el techo. George y Carolina habrían hecho muy buena pareja.
Miro a Samuel, que se ha tumbado a mi lado. Me pongo de costado y coloco mi cabeza en su pecho. No soportaría que a él le pasara algo. Él juega con un mechón de mi pelo. Podría seguir mil años en esa postura, y no me cansaría nunca. Apoyo la barbilla sobre mis manos, que están en su estómago para verle mejor la cara. Él sigue acariciándome el pelo como si no me hubiese movido. Parece pensativo.
-¿En qué piensas?- le pregunto. Él suspira y me mira con ternura, pero también tristeza.
-Pienso en la vida. Y en la muerte. Por muchos años que pasen, por muchos avances en tecnología que hayan, siempre nacerá y morirá gente. Es el ciclo de la vida. Unos mueren para dejarles espacio a otros.
Me quedo en silencio ante su razonamiento. Tiene toda la razón del mundo. Carolina y José desaparecieron de este mundo para siempre. Quizás el destino lo quiso así. Y ahora… el destino también ha querido que Álvaro y Camile se juntaran y engendraran un bebé. Siento escalofríos al pensar en tener yo un bebé. Quizá dentro de unos años comience a tenerlo en cuenta. No quiero ser una madre adolescente. El bebé correría peligro, viviendo como vivimos, pero veo muy bonito eso de tener hijos.
-¿Qué piensas del embarazo de Carolina?- todavía no hemos hablado de eso.
-Yo creo que es maravilloso que el amor de dos personas pueda dar como fruto una personita a la que dar más amor. Camile corre muchos riesgos, eso no lo niego. Pero claro, al principio de la historia la gente también tenía bebés en condiciones iguales o peores. Y las madres solían sobrevivir.
-Ya, pero… daría un poco de miedo pensar que en cualquier momento puede llegar el gobierno y quitarte de en medio, dejando huérfano a tu bebé. Eso si no lo matan a él también. Con esta gente no se sabe.- Samuel sonríe como para quitarle importancia.
-Si tuviera unos padres como nosotros, sería el bebé mejor protegido del mundo.- me asusto un poco. ¡Por favor, tenemos dieciséis años! ¿Ya piensa en lo seguro que estaría nuestro bebé?- Gabriela, por favor, no me mires así. No quiero tener hijos aún. Somos jóvenes.- Vuelvo a respirar. No me había dado cuenta de que estaba conteniendo la respiración sin saberlo.
-Bueno, ya que estamos aquí solos...- le sugiero. Quiero dejar de pensar en esas cosas. No hace falta que diga más. Me atrapa la cara con las dos manos y me echa sobre él, besándome. Cada beso, cada caricia que él me da me parece un regalo. Quién sabe, a lo mejor mañana nos toca a nosotros irnos para dejar espacio a las nuevas generaciones. Todo el tiempo del mundo me parece insignificante cuando se trata de estar con Samuel. Rodamos hasta que él se pone encima de mí. Nos besamos con ardor durante un tiempo. Luego me recuerda que tenemos que ir a dormir pronto. Mañana será un día duro. 

2 comentarios: