sábado, 15 de diciembre de 2012

Capítulo 41: Secretos



Me ruge el estómago. Tengo hambre. Normal, llevo más de un día sin comer.
-Chicos, tengo hambre. Voy a desayunar a la cocina. ¿Queréis que os traiga algo?
-Oh, no, gracias. Yo estoy bien.- responde Rebeca, sin levantar la vista de Francesco. Ahora tiene una temperatura corporal demasiado alta, y Rebeca teme que se le haya infectado la herida. Lo único que puede hacer es ponerle paños húmedos en la frente para refrescarle un poco.- Bueno, si puedes pedirle a Hannah que le haga una sopa a Francesco… te lo agradecería un montón.
-De acuerdo. Que te mejores, Francesco.- él me hace un gesto con la cabeza. Me dirijo cabizbaja a la cocina.
Todavía no hay nadie, aunque ya son las 10. A lo mejor es que ya han desayunado. De repente recuerdo que todavía no nos hemos puesto a limpiar. Decido desayunar enseguida e ir a buscar a Samuel antes de que se haga más tarde. Voy a donde Hannah.
-¿Doble ración?- me pregunta Bruno, un chico al que le toca turno de cocina. Su pelo cobrizo le cae casi tapándole sus ojos marrones, muy cálidos y amables. Sus rasgos no son bonitos por separado: sus ojos son demasiado grandes, su nariz un poco puntiaguda y su boca muy fina, pero en conjunto armonizan bastante bien, y consiguen un efecto muy agradable, y concuerda perfectamente con su divertida personalidad. Se ha puesto uno de los delantales de Hannah, que le queda demasiado grande.
-Por favor.-le sonrío, avergonzada. Casi siempre la pido doble.- ¡Ah, se me olvidaba! ¿Puedes preguntarle a Hannah si puede hacerle una sopa a Francesco? Tiene fiebre.
-Oh, ¿De verdad? Pobrecito. Esta misma tarde voy a visitarle.- vuelvo a sonreírle, pero ésta vez abiertamente.
-Seguramente Samuel y yo nos pasaremos también. Eso sí, si conseguimos limpiarlo todo a tiempo…
-Si quieres, os hecho una mano.
-No gracias, tú ya has hecho tu turno hoy.
-Bueno, toma, aquí está tu comida. Hoy las gachas están que se salen.- me parto de la risa. A nadie le gustan las gachas. Casi se me cae el plato de camino a la mesa. Me siento sola en una mesa apartada y me como mi doble ración en silencio.
¿Podría ser Bruno el traidor? No, no creo. Parece una buena persona. Por otro lado, también puede ser parte de su actuación. Llego a la conclusión que no puede ser él, porque no sabía lo de nuestra misión. Hago una lista mental de las personas que estaban enteradas: los jefes y nuestro grupo, además de los que participábamos en la misión y Verónica, Khady y Andrea. Descarto a Francesco y a Samuel por razones obvias. A George, Fred y John también los descarto, porque pertenecen al Ala Blanca. Los jefes también saben de la existencia de esta organización y colaboran con ella, así que también están descartados.
A Carlos lo descarto también. Si fuera uno de ellos, los dos agentes de aquella vez no le hubiesen herido. A Pablo también lo descarto, porque no hubiera dejado que hirieran a su hermano. Inés y Lourdes tampoco pueden ser. Inés perdió a José por culpa de esos chicos, y Lourdes perdió la movilidad de una pierna. Quedan Álvaro, Camille, Michelle, Miguel, Verónica, Khady y Andrea. Ninguno me parece sospechoso, pero me inclino a pensar mal de Khady y Andrea, porque son las que menos conozco.
Así, ocupada con mis propias cavilaciones, no me doy cuenta de que Samuel viene hacia mí hasta que está justo en frente de mí. Se me cae la cuchara en el plato de la sorpresa.
-Hola. ¿Qué tal tu baño?
-Muy bien, gracias.- Me da un beso en la frente y se sienta a mi lado.
-¿No desayunas?
-No tengo hambre.
-Ah.
Samuel saca la carta del bolsillo de su sudadera y me la devuelve. Lentamente, recupero la cuchara y empiezo otra vez a comer. Él me mira fijamente.
-¿Qué piensas?- le pregunto entre una cucharada y otra.
-¿Tú qué crees?- parece un poco molesto.- Date prisa, amor. Tenemos que terminar nuestro turno de limpieza e ir a hablar con esos tres ahora mismo.
-Ya lo creo.- Me termino a toda pastilla mi tazón y nos vamos corriendo. Limpiamos las salas comunes: la cocina, la enfermería, los almacenes y el despacho de los jefes también. Cuando terminamos, nos dirigimos a buscar a John, Fred y George. Por el camino, aprovecho para hablar con Samuel.
-Samuel, ¿Sospechas de alguien?
-Sí. Hay alguien cuya historia no me acabo de creer.
-¿Quién?
-No quiero sacar conclusiones precipitadas.
-Porfi, cuéntamelo. Prometiste contarme siempre las cosas importantes. Aunque no me guste lo que me digas. Como leí alguna vez: saber es mejor que no saber. Siempre.
-Vale. Porque contigo no tengo secretos. Pero, ¿Estás segura de que quieres saberlo?
-Segurísima. Sólo suéltalo.
-Prométeme que no se lo dirás a nadie.- Samuel se para en seco.
-Te lo prometo.- él respira hondo y me agarra con fuerza por los brazos, como si temiera que me fuera a caer o algo.
-Sospecho de Camille. Y Álvaro no sé si está metido en el ajo también, pero casi puedo asegurar que Camille nos ha mentido.
-¿Ca… Camille?
-Sí. Ella dice que es daltónica, ¿Verdad?- yo asiento con la cabeza.- Nunca menciona nada sobre su enfermedad, lo que no parece demasiado sospechoso en sí. Pero… El origen del daltonismo está en los genes. Si ella es daltónica, su madre tuvo que ser como mínimo portadora del gen. En el caso de su padre… él tuvo que ser daltónico para poder darle el gen a Camille, porque ese gen está en el cromosoma X, y los hombres sólo tenemos uno, mientras que la mujer dos. Si era daltónico, tuvo que engendrar a Camille antes de los trece años y el destierro. ¿Lo entiendes?- parece un profesor dando una lección. Me molesta un poco que me crea tan tonta como para no entender eso. Es de genética básica.
-Sí, lo entiendo. Algo de eso dimos en clase de biología. Los genes ligados al cromosoma X. Lo que no entiendo… es que… ella… ¡Está embarazada, por Dios!
-Eso no sabemos si es verdad o una simple estratagema para estar más libre de sospecha. ¿Quién pensaría mal de una pobre adolescente embarazada?
-Pero, ¡Ella ama a Álvaro!
-Nunca podrás conocer sus verdaderos sentimientos a menos de que ella misma te los confiese, y en ese caso podría estar mintiéndote. Además, te dije antes que también sospechaba de Álvaro. ¿A ti no te sorprendió que de repente quisiera venir con nosotros, habiendo puesto tantas pegas antes? Podría haberse encontrado a los chicos de negro cuando nos separamos y ellos haberle obligado a eso.
-Pero… no tiene mucha lógica. ¿No podrían haber delatado su posición el mismo día en el que vinieron, y así haber terminado todo mucho antes?
-Yo también lo he pensado. Podrían haberse ahorrado mucho tiempo. Pero bueno, eso habrá que preguntárselo a ellos.
-Y aun así… hay algo… que no encaja. No veo a Camille, y mucho menos a Álvaro haciendo una cosa así. No, no puedo pensar mal de ellos. Es… es algo… imposible.
-No me creas si no quieres. Yo tampoco quería aceptar lo de mi hermana, y mira qué bien nos fue. Yo no confío en ellos. Lo siento.
-¡No es problema de ellos si tu hermana te hizo daño! Debes confiar más en la gente. No todo el mundo es tan malo.
-Ni todo el mundo tan bueno. Eres tú la que debe desconfiar más en la gente.
-¿¡A caso no confías tú en mí!?- grito.
-¡Por supuesto, pero esto es distinto! Yo te quiero, y sé que nunca harías ni dirías nada que pudiera perjudicarme. Al igual que yo nunca, por mucho tiempo que viviese, sería capaz de hacerte daño a propósito. Y hace un momento me has dicho que para ti es mejor saber que no saber. Por eso mismo debes creerme cuando te digo que hay algo raro en Camille.
-No es que no quiera creerte…- un dolor extraño me llena todo el cuerpo. Mi mente me dice que tal vez él tenga razón, pero mi corazón no puede admitirlo.
-Pero prefieres creer a tu amiga y a tu ex novio antes que a mí.- dice amargamente.
-¡Eso no es cierto!- exclamo.
-¡Sí que lo es!- Unas manchas rojas de ira le recorren  desde las mejillas hasta la base del cuello.- A lo mejor es que yo sólo soy una distracción, ya que no puedes tenerle a él.
-¡Te equivocas! ¡Para que lo sepas, él intentó volver conmigo! ¿Y sabes qué le dije? Le dije no, porque te amaba con locura, y no solo porque fueras guapo. También le hice una lista con tus defectos y virtudes, pero está claro que no es el mejor momento para esto.
-Pero me dijiste que aún le querías.
-¡Por supuesto! Hemos vivido juntos durante dos años. Él me ayudó cuando más lo necesitaba. Y dos años aquí unen muchísimo más que toda una vida en el mundo perfecto. Pero no hay nada más entre nosotros. Para mí es… como un viejo amigo, esa clase de amor. Pero no le quiero como te quiero a ti. ¿No decías que solo confiabas en mí? ¡Demuéstralo!
-¡Eh, vosotros dos! ¿Vais a dejarlo ya?- George aparece por una esquina. Cruza los brazos y nos mira fijamente.
-Te estábamos buscando.- dice Samuel.- ¿Podemos hablar contigo un momento? Tú, Fred y John nos debéis una explicación.

4 comentarios:

  1. Hola, soy Arman. Me he unido a la campaña del club de las escritoras "Por un club más unido" así que ya tienes una seguidora más ;)
    Saludos!!!

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  2. Hola guapa :) Te he visto en el club de las escritoras y ya te sigo :)
    Tu historia me parece muy interesante, me encantan las distopías :)
    Te invito a visitarme en mi blog cuando quieras :)
    Besos,

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  3. Hola, también vengo del Club de las escritoras. Un saludo y te sigo ;P

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  4. Hola, también vengo del Club de las escritoras. Un saludo y te sigo ;P

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